jueves, 14 de abril de 2011

XIII

Palidece ya la última gota.
Palidece, incluso cuando su pequeño fulgor podría declararse prácticamente imperceptible.
Nada. Ya todo está fundido en la negrura, casi abismal, de un ambiente que fue para luego perderse en el todo.
Nada. Adiós, libros. Adiós, líneas. Mi mano continúa , pero la automatización es evidente. Alienada, dibuja los últimos trazos, mientras el sonido va dejando paso al latido del silencio. Sí, todos lo perciben, pero nadie repara en que siempre, el silencio late.
Casi sin aludirlo, el abismo en que derivó el ambiente alteró completamente mi devenir, al punto de no distinguir entre lo que podría ser mi cenestesia, o sólo la ausencia de mi sentido más perturbador.
Ya los residuos invaden mis ojos.
Fluidos verdes, pequeñas motas rojas que aparentemente huyen de mi vista, pero sólo se mantienen en los rincones de mi ¿nulo? campo visual.
Nada. El silencio late. Abismo. Vigilia. Voces llaman del inconsciente, con su lógica completamente incoherente, que en mi estado parezco captar a la perfección. Late... late... el Abismo en la Nada.

                                                               Manuel Ojeda Saavedra

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