martes, 16 de agosto de 2011

El zapallo que se hizo cosmos

(Cuento del Crecimiento)


Dedicado al señor Decano de una Facultad
 de Agronomía. ¿Le pondré "doctor"? A lo 
mejor es abogado. 



   Érase un Zapallo creciendo solitario en ricas tierras del Chaco. Favorecido por una zona excepcional que le daba de todo, criado con libertad y sin la luz solar en condiciones óptimas, como una verdadera esperanza de la Vida. Su historia íntima nos cuenta que iba alimentándose a expensas de las plantas más débiles de su contorno, darwinianamente; siento tener que decirlo, haciéndolo antipático. Pero la historia externa es la que nos interesa, ésa que solo podrían relatar los azorados habitantes del Chaco que iban a verse envueltos en la pulpa zapallar, absorbidos por sus poderosas raíces.
   La primera noticia que se tuvo de su existencia fue la de los sonoros crujidos del simple natural crecimiento. Los primeros colonos que lo vieron habrían de espantarse, pues ya entonces pesaría varias toneladas y aumentaba de volumen instante a instante. Ya medía legua de diámetro cuando llegaron los primeros hacheros mandados por las autoridades para seccionarle el tronco, ya de doscientos metros de circunferencia; los obreros desistían más que por la fatiga de la labor por los ruidos espeluznantes de ciertos movimientos de equilibración, impuestos por la inestabilidad de su volumen que crecía por saltos.
   Cundía el pavor. Es imposible ahora aproximársele porque se hace el vacío en su entorno, mientras las raíces imposibles de cortar siguen creciendo. En la desesperación de vérselo venir encima, se piensa en sujetarlo con cables. En vano. Comienza a divisarse desde Montevideo, desde donde se divisa pronto lo irregular nuestro, como nosotros desde aquí observamos lo inestable de Europa. Ya se apresta a sorberse el Río de la Plata.
   Como no hay tiempo de reunir una conferencia panamericana –Ginebra y las chancillerías europeas están advertidas- cada uno discurre y propone lo eficaz. ¿Lucha, conciliación, suscitación de un sentimiento piadoso en el Zapallo, súplica, armisticio? Se piensa en hacer crecer otro Zapallo en el Japón, mimándolo para apresurar al máximo su prosperidad, hasta que se encuentren y se entredestruyan, sin que, empero, ninguno sobrezapalle al otro. ¿Y el ejército?
   Opiniones de los científicos; qué pensaron los niños, encantados seguramente; emociones de las señoras; indignación de un procurador; entusiasmo de un agrimensor y de un toma-medidas de sastrería; indumentaria para el Zapallo; una cocinera que se le planta delante y lo examina, retirándose una legua por día; un serrucho que siente su nada; ¿y Einstein?; frente a la facultad de medicina alguien que insinúa: ¿Purgarlo? Todas estas primeras chanzas habían cesado. Llegaba demasiado urgente el momento en que lo que más convenía era mudarse adentro. Bastante ridículo y humillante es el meterse en él con precipitación, aunque se olvide el reloj o el sombrero en alguna parte y apagando previamente el cigarrillo, porque ya no va quedando mundo fuera del Zapallo. 
    A medida que crece es más rápido su ritmo de dilatación; no bien es una cosa ya es otra: no ha alcanzado la figura de un buque que ya parece una isla. Sus poros ya tienen cinco metros de diámetro, ya veinte, ya cincuenta. Parece presentir que todavía el Cosmos podría producir un cataclismo para perderlo, un maremoto o una hendidura de América. ¿No preferirá, por amor propio, estallar, astillarse, antes de ser metido dentro de un Zapallo? Para verlo crecer volamos en avión; es una cordillera flotando sobre el mar. Los hombres son absorbidos como moscas; los coreanos, en la antípoda, se santiguan y saben que su suerte es cuestión de horas.
   El Cosmos desata, en el paroxismo, el combate final. Despeña formidables tempestades, radiaciones insospechadas, temblores de tierra, quizás reservados desde u origen por si tuviera que luchar con otro mundo.
    “¡Cuidaos de toda célula que ande cerca de vosotros! ¡Basta que una de ellas encuentre su todo-comodidad de vivir!” ¿Por qué no se nos advirtió? El alma de cada célula dice despacito: “yo quiero apoderarme de todo el ‘stock’, de toda la ‘existencia en plaza’ de Materia, llenar el espacio y, tal vez, con espacios siderales; yo puedo ser el Individuo-Universo, la Persona Inmortal del Mundo, el latido único”. Nosotros no la escuchamos ¡y nos hallamos en la inminencia de un Mundo de Zapallo, con los hombres, las ciudades y las almas dentro!
    ¿Qué puede herirlo ya? Es cuestión de que el Zapallo se sirva sus últimos apetitos, para su sosiego final. Apenas le falta Australia y Polinesia.
    
    Perros que no vivían más de quince años, zapallos que apenas resistian uno y hombres que rara vez llegaban a los cien… ¡Así es la sorpresa! Decíamos: es un monstruo que no puede durar. Y aquí nos tenéis adentro. ¿Nacer y morir para nacer y morir? Se habrá dicho el Zapallo: ¡oh, ya no! El escorpión, que cuando se pica a sí mismo y se aniquila, parte al instante al depósito de la vida escorpiónica para su nueva esperanza de perduración; se envenena sólo para que le den vida nueva. ¿Por qué no configurar el Escorpión, el Pino, la Lombriz, el Hombre, la Cigüeña, el Ruiseñor la Hiedra, inmortales? Y por sobre todos el Zapallo, Personación del Cosmos; con los jugadores de póker viendo tranquilamente y alternando los enamorados, todo en el espacio diáfano y unitario del Zapallo.
   Practicamos sinceramente la Metafísica Cucurbitácea. Nos convencimos de que, dada la relatividad de las magnitudes todas, nadie de nosotros sabrá nunca si vive o no dentro de un zapallo y hasta dentro de un ataúd y si no seremos células del Plasma Inmortal. Tenía que suceder: Totalidad todo Interna. Limitada, Inmóvil (sin Traslación), sin Relación, por ello Sin Muerte. Historiaexterna del zapallo que sorbiéndose entero del Cosmos hizo cesar la Externalidad, de donde nos viene la Muerte.
   Parece que en estos últimos momentos, según coincidencia de signos, el Zapallo se alista para conquistar no ya la pobre Tierra, sino la Creación. Al parecer, prepara su desafío contra la Vía Láctea. Días más, y el Zapallo será el Ser, la Realidad y su Cáscara.
   
(El Zapallo me ha permitido que para vosotros –queridos cofrades de la Zapallería- yo escriba mal y pobre su leyenda e historia. Vivimos en ese mundo que todos sabíamos pero todo en cáscara ahora, con relaciones solo internas y, sí, sin muerte. Esto es mejor que antes.)

                                                                                         Macedonio Fernández

jueves, 11 de agosto de 2011

Mi Lumía

Mi Lu
mi lubidulia
mi golocidalove
mi lu tan luz tan tu que me enlucielabisma
y descentratelura
y venusafrodea
y me nirvana el suyo la crucis los desalmes
con sus melimeleos
sus eropsiquisedas sus decúbitos lianas y dermiferios limbos y
gormullos
mi lu
mi luar
mi mito
demonoave dea rosa
mi pez hada
mi luvisita nimia
mi lubísnea
mi lu más lar
más lampo
mi pulpa lu de vértigo de galaxias de semen de misterio
mi lubella lusola
mi total lu plevida
mi toda lu
lumía.





                                                          Oliverio Girondo

martes, 9 de agosto de 2011

Libertad

Sobre mis cuadernos de colegial
Sobre el pupitre y los árboles
Sobre la arena sobre la nieve
Escribo tu nombre

Sobre todas las páginas leídas
Sobre todas las páginas en blanco
Piedra, sangre, papel o ceniza
Escribo tu nombre

Sobre las imágenes doradas
Sobre las armas de los belicosos
Sobre la corona de reyes
Escribo tu nombre

Sobre la selva y el desierto
Sobre los nidos sobre las retamas
Sobre el eco de mi infancia
Escribo tu nombre

Sobre las maravillas de las noches
Sobre el pan blanco de los días
Sobre las temporadas desposadas
Escribo tu nombre

Sobre todos mis trapos de azul
Sobre el estanque sol enmohecido
Sobre el lago luna viva
Escribo tu nombre

Sobre los campos sobre el horizonte
Sobre las alas de los pájaros
Y sobre el molino de las sombras
Escribo tu nombre

Sobre cada soplo de aurora
Sobre el mar en los barcos
Sobre la montaña lunática
Escribo tu nombre

Sobre la espuma de las nubes
Sobre los sudores de la tormenta
Sobre la lluvia gruesa e insípida
Escribo tu nombre

Sobre las formas que centellean
Sobre las campanas de los colores
Sobre la verdad física
Escribo tu nombre

Sobre las sendas despertadas
Sobre las carreteras desplegadas
Sobre los lugares que desbordan
Escribo tu nombre

Sobre la lámpara que se enciende
Sobre la lámpara que se apaga
Sobre mis casas reunidas
Escribo tu nombre

Sobre el fruto cortado en dos
Espejo y mi habitación
Sobre mi cama vacía
Escribo tu nombre

Sobre mi perro codicioso y tierno
Sobre sus orejas elaboradas
Sobre su pierna torpe
Escribo tu nombre

Sobre el trampolín de mi puerta
Sobre los objetos familiares
Sobre el mar del fuego bendito
Escribo tu nombre

Sobre toda carne concedida
Sobre la frente de mis amigos
Sobre cada mano que se tiende
Escribo tu nombre

Sobre el cristal de las sorpresas
Sobre los labios atentos
Bien sobre el silencio
Escribo tu nombre

Sobre mis refugios destruidos
Sobre mis faros aplastados
Sobre las paredes de mi problema
Escribo tu nombre

Sobre la ausencia sin deseos
Sobre la soledad desnuda
Sobre las marchas de la muerte
Escribo tu nombre

Sobre la salud vuelta de nuevo
Sobre el riesgo desaparecido
Sobre la esperanza sin recuerdos
Escribo tu nombre

Y por el poder de una palabra
Reinicio mi vida
Nací para conocerte
Para nombrarte
Libertad


                                                           
                                                         Paul Eluard

miércoles, 13 de julio de 2011

Aniversario

¡Cuánto catorce ha habido en la existencia!
¡Qué créditos con bruma, en una esquina!
¡Qué diamante sintético, el del casco!
¡Cuánta más dulcedumbre
a lo largo, más honda superficie:
¡cuánto catorce ha habido en tan poco uno!

¡Qué deber,
qué cortar y qué tajo,
de memoria a memoria, en la pestaña!
¡Cuanto más amarillo, más granate!
¡Cuánto catorce en un solo catorce!

Acordeón de la tarde, en esa esquina,
piano de la mañana, aquella tarde;
clarín de carne,
tambor de un solo palo,
guitarra sin cuarta ¡cuánta quinta, 
y cuánta reunión de amigos tontos
y qué nido de tigres el tabaco!
¡Cuánto catorce ha habido en la existencia!

¿Qué te diré ahora,
quince feliz, ajeno, quince de otros?
Nada más que no crece ya el cabello,
que han venido por las cartas,
que me brillan los seres que he parido,
que no hay nadie en mi tumba
y que me han confundido con mi llanto.

¡Cuánto catorce ha habido en la existencia!




                                                                      César Vallejo

viernes, 1 de julio de 2011

Cartero Cheval

Nosotros los pájaros que encantas siempre desde lo alto de esos
                                                                                                                 belvederes
Y que cada noche no formamos más que una rama florecida de
                                      tus hombros a los brazos de tu carretilla bienamada
Que nos desprendemos más vivos que centellas de tu muñeca
Somos los suspiros de la estatua de cristal que se incorpora
                                                                                 cuando el hombre duerme
Y brechas brillantes se abren en su lecho
Brechas por las que pueden percibirse ciervos de cuernos de
                                                                                   coral en un claro del bosque
Y mujeres desnudas en lo profundo de una mina
Recuerdas te levantabas entonces descendías del tren
Sin una mirada para la locomotora presa de inmensas raíces barométricas
Que se queja en la selva virgen con todas sus calderas doloridas
Sus chimeneas con humo de jacintos y movida por serpientes azules
Te precedíamos entonces nosotros las plantas sujetas a metamorfosis
Que cada noche hacíamos signos que el hombre puede sorprender
Mientras su casa se desploma y se sorprende ante los engranajes singulares
Que busca su lecho con el corredor y la escalera
La escalera se ramifica indefinidamente
Conduce a una puerta de haces de heno se abre de pronto sobre
                                                                                                                 una plaza pública
Hecha de dorsos de cisnes una ala abierta para el pasamano
Gira sobre sí misma como si fuera a morderse
Pero se contenta con abrir bajo nuestros pasos todos sus escalones
                                                                                                                 como gavetas
Gavetas de pan gavetas de vino gavetas de jabón gavetas de espejos
                                                                                                      gavetas de escaleras
Gavetas de carne con empuñaduras de cabellos
A la hora precisa en que millares de patos de Vaucanson
                                                                                                  se alisan las plumas
Sin volverte tomabas la llana con que se hacen los senos
Te sonreíamos nos enlazabas por el talle
Y tomábamos las actitudes según tu placer
Inmóviles para siempre bajo nuestros párpados tal como la mujer
                                                                                                        gusta de ver al hombre
Después de haber hecho el amor. 



                                                                                          André Breton

lunes, 27 de junio de 2011

Separata


Algo raro me estaba pasando en el hotel,
estaba solo,
tan solo como un hombre a veces debe de estar.


Sabía que casa, mi casa
estaba lejos, lejos, lejos, lejos de todo,
y faltaba poco para subir otra vez a tocar.


Y tal vez no tuve ganas de verlos,
de estar con ustedes.


Y quedé solo en mi cuarto
leyendo de un ave
que vuela y no muere.



                                                       Charly García

martes, 7 de junio de 2011

I

Quién hace tanta bulla y ni deja
Testar las islas que van quedando.

  Un poco más de consideración
en cuanto será tarde, temprano,
y se aquilatará mejor
el guano, la simple calabrina tesórea
que brinda sin querer,
en el insular corazón,
salobre alcatraz, a cada hialóidea
                    grupada.

  Un poco más de consideración,
y el mantillo líquido, seis de la tarde
      DE LOS MÁS SOBERBIOS BEMOLES.

   Y la península párase
por la espalda, abozaleada, impertérrita
en la línea mortal del equilibrio.



                                                          César Vallejo

La violencia de las horas

  Todos han muerto

  Murió doña Antonia, la ronca, que hacía pan barato en el burgo.

  Murió el cura Santiago, a quien placía le saludasen los jóvenes y las mozas, respondiéndoles a todos indistintamente: «Buenos días, José! Buenos días, María!» 


  Murió aquella joven rubia, Carlota, dejando un hijito de meses, que luego también murió a los ocho días de la madre.

  Murió mi tía Albina, que solía cantar tiempos y modos de heredad, en tanto cosía en los corredores, para Isidora, la criada de oficio, la honrosísima mujer.

  Murió un viejo tuerto, su nombre no recuerdo, pero dormía al sol de la mañana, sentado ante la puerta del hojalatero de la esquina.

  Murió Rayo, el perro de mi altura, herido de un balazo de no se sabe quién.

  Murió Lucas, mi cuñado en la paz de las cinturas, de quien me acuerdo cuando llueve y no hay nadie en mi experiencia.

  Murió en mi revólver mi madre,en mi puño mi hermana y mi hermano en mi víscera sangrienta, los tres ligados por un género triste de tristeza, en el mes de agosto de años sucesivos.

  Murió el músico Méndez, alto y muy borracho, que solfeaba en su clarinete tocatas melancólicas, a cuyo articulado se dormían las gallinas de mi barrio, mucho antes de que el sol se fuese.

  Murió mi eternidad y estoy velándola.



                                                                              César Vallejo

lunes, 30 de mayo de 2011

Noche

Los mostradores del cinc pasan por las cloacas,
la lluvia vuelve a ascender hasta la luna;
en la avenida una ventana
nos revela una mujer desnuda.

En los odres de las sábanas hinchadas
en los que respira la noche entera
el poeta siente que sus cabellos
crecen y se multiplican.

El rostro obtuso de los techos
contempla los cuerpos extendidos.
Entre el suelo y los pavimentos
la vida es una pitanza profunda.

Poeta, lo que te preocupa
nada tiene que ver con la luna;
la lluvia es fresca,
el vientre está bien.

Mira como se llenan los vasos
en los mostradores de la tierra
la vida está vacía,
la cabeza está lejos.

En alguna parte un poeta piensa.
No tenemos necesidad de la luna,
la cabeza es grande,
el mundo está atestado.

En cada aposento
el mundo tiembla,
la vida engendra algo
que asciende hacia los techos.

Un mazo de cartas flota en el aire
alrededor de los vasos;
humo de vinos, humo de vasos
y de las pipas de la tarde.

En el ángulo oblicuo de los techos
de todos los aposentos que tiemblan
se acumulan los humos marinos
de los sueños mal construidos.

Porque aquí se cuestiona la Vida
y el vientre del pensamiento;
las botellas chocan los cráneos
de la asamblea aérea.

El Verbo brota del sueño
como una flor o como un vaso
lleno de formas y de humos.

El vaso y el vientre chocan:
la vida es clara
en los cráneos vitrificados.

El areópago ardiente de los poetas
se congrega alrededor del tapete verde,
el vacío gira.

La vida pasa por el pensamiento
del poeta melenudo.





                                                                       Antonin Artaud

martes, 3 de mayo de 2011

Desayuno

Echó café
en la taza.
Echó leche
en la taza de café.
Echó azúcar
en el café con leche.
Con la cucharilla
lo revolvió.
Bebió el café con leche.
Dejó la taza
sin hablarme.
Encendió un cigarrillo.
Hizo anillos
de humo.
Volcó la ceniza
en el cenicero
sin hablarme.
Sin mirarme
se puso de pie.
Se puso
el sombrero.
Se puso
el impermeable
porque llovía.
se marchó
bajo la lluvia.
Sin decir palabra.
Sin mirarme.
Y me cubrí
la cara con las manos.
Y lloré.

                                              Jacques Prévert

lunes, 25 de abril de 2011

Los detectives perdidos

Los detectives perdidos en la ciudad oscura.
Oí sus gemidos.
Oí sus pasos en el Teatro de la Juventud.
Una voz que avanza como una flecha.
Sombra de cafés y parques
frecuentados de la adolescencia.
Los detectives que observan
sus manos abiertas,
el destino manchado con la propia sangre.
Y tú no puedes ni siquiera recordar
en dónde estuvo la herida,
los rostros que una vez amaste,
la mujer que te salvó la vida.
        
          
                                                     Roberto Bolaño

miércoles, 20 de abril de 2011

Libro de las mariposas



"Señora, despierta, ya empieza a amanecer,
es el alba, ya empiezan a cantar las aves
de plumas amarillas, ya andan volando
las mariposas de diversos colores."

Oración náhuatl




No me has encontrado, me anduve empapando de rocío. Temprano irisado.

Iba cantando, iba contándome, iba abriendo maizales con el canto al canto.

Los perros lo toreaban a Dios de tan visible.




¡Despierta, viene el día, un pájaro se suelta de los ríos, despierta!

Le van quedando dos velas a la luna, vela del sur, vela del oeste, mariposa, mariposa enloquecida con su sombra descubierta.

¡No queda nadie en casa! ¡No duermas más, despierta, el agua no tiene imágenes, los caballos no imaginan!...


                                                                                                                             
                                                                                                                                    Arnaldo Calveyra                                                                                                                                                                                                                                                                       

III

Toda el agua y todas las hojas.
Todo el silencio y toda la ligereza.
Toda la infancia y todo aquel vitral.
Todo aquello hoy es agonía.
Tu cara y tu nombre
ya no me encuentran
entre las pálidas piernas
de alguna mujer sin cabeza.
Tu voz y tu silencio
ya no me encuentran
bajo los efectos
de algún elixir infernal.
Hoy sólo yo me encuentro
y sólo yo me quiero encontrar.
Hoy y mañana y ayer también.
Toda tu vida sólo me inspira
a ser o hacer un agujero
en el lenguaje que cabalga
sobre caballos sombríos y famélicos
dentro de tu cabeza llena
de ideas eternamente infantes.

                                            Manuel Ojeda Saavedra

viernes, 15 de abril de 2011

Cartas para que la alegría

     No te dije de la luna. La luna es lo más alto. Cuando la mirábamos, ¿por qué hacíamos retemblar el índice sobre el labio hasta provocar un beruberu de acompañarla? ¿Nos lo enseñaste tú o papá? ¿Y qué era su despabilarse en niño Jesús subido al burrito sobre esa lumbre de peligro? Dame esas noticias. Nos quedábamos hasta bien tarde en enero para mirar. Ahí la tengo en el patio ahora, en lo más alto. La dejé atada del pino, mi cometa plateada y mi compaña, y me entré luna arriba para que muchos niños.

                                                                                                                                            Arnaldo Calveyra

jueves, 14 de abril de 2011

XIII

Palidece ya la última gota.
Palidece, incluso cuando su pequeño fulgor podría declararse prácticamente imperceptible.
Nada. Ya todo está fundido en la negrura, casi abismal, de un ambiente que fue para luego perderse en el todo.
Nada. Adiós, libros. Adiós, líneas. Mi mano continúa , pero la automatización es evidente. Alienada, dibuja los últimos trazos, mientras el sonido va dejando paso al latido del silencio. Sí, todos lo perciben, pero nadie repara en que siempre, el silencio late.
Casi sin aludirlo, el abismo en que derivó el ambiente alteró completamente mi devenir, al punto de no distinguir entre lo que podría ser mi cenestesia, o sólo la ausencia de mi sentido más perturbador.
Ya los residuos invaden mis ojos.
Fluidos verdes, pequeñas motas rojas que aparentemente huyen de mi vista, pero sólo se mantienen en los rincones de mi ¿nulo? campo visual.
Nada. El silencio late. Abismo. Vigilia. Voces llaman del inconsciente, con su lógica completamente incoherente, que en mi estado parezco captar a la perfección. Late... late... el Abismo en la Nada.

                                                               Manuel Ojeda Saavedra

domingo, 10 de abril de 2011

XV

Salgo de mi letargo banal,
de la flor matutina,
de la santidad del vacío,
a la madre del espejo.

Salgo de esta vorágine de velos,
de esta orquesta de gemidos,
de mi sábana de infiernos,
al rosario de tu sexo.

Salgo de una instantánea de Prévert,
de una gimnopedia de Satie,
de un balazo del Momô,
a un presente fumigado

Por la fiebre,
por el agua,
por el semen plateado
del vitral nocturno.

                            Manuel Ojeda Saavedra

jueves, 7 de abril de 2011

I

La Sangre brota en el manantial
de besos y visiones del pasado,
donde el fulgor que nos imprime
toda su inocencia ha demostrado
que no sólo el dolor y la ignorancia
nos conectan al mundo
tan sencilla y fugazmente alterado
por la sien de algún hombre perturbado.

¿Qué voces sabrán nacer
cuando el silencio las oprima
y la música del mundo
sea el llanto que combina
tan mortalmente, la lluvia que resuelve,
el cielo que una vez más
no da otra cosa que vejez?

Quizás la vida que una vez supimos
hoy sólo sea un espejo, un fluido
que tal vez nos resuelva
otro infinito, que comprenda
que el interés es ausencia
y la sensualidad una escama,
pequeña, frágil y sedienta
de lo que una vez fue
tu cielo, tu espejo, tu vida.

Pero quizás el espejo,
tan solo el espejo de llanto e ironía
cubra todo con su reflejo
y tu vista no vea más que hacia sí
en un infierno de repetición
cada vez más brusco y obsoleto
que tal vez te contente,
pero que sólo te conecta
a toda la ferocidad
que una vez más
nos sella hacia adentro la carne,
nos quema vivos el alma
y nos baña en esa cera caliente
de un mundo sin verso ni poesía.

                                       Manuel Ojeda Saavedra

miércoles, 6 de abril de 2011

Por siete vidas


Soñé que encarnaba en ella
escapando del Zar
un hechizo trajo inmensas comadrejas
desde el fondo del mar
cielos bajo AIDS
no calmaron su sed
sacrificio de sal
siete vidas esperó por un taxi boy                                        solo para verme mal, verme mal

Todo lo que fui fue también ruta libre
si pudiera explicar
en Lisboa vi serpientes
en Oriente, nueve eunucos de Ala
Y en las babas del cenit
vi una guerra en paz
con sus ojos en la arena, Magdalena,
super ácido up

                                       Fito Páez

Cacería




Labios de amor, sombras de amor
entre las piedras un rayo de amor
cáliz de amor, cruces de amor
clave de muerte, clave de sol

Cacería en la ciudad
no hay refugio donde estar
sueño de amor,sueño de amor

Rayo de amor, cáliz de amor
entre las piedras solo de amor
hombres de amor, guerras de amor
solo veo locas de amor
Cacería en la ciudad
yo no se hasta donde vas                                                           sueño de amor, sueño de amor
Sombras de amor, labios de amor
entre la gente, un cable de amor
cáliz de amor, diablos de amor
solo veo piernas de amor

Cacería en la ciudad
hasta donde llegaras
sueño de amor, sueño de amor
                                       Fito Páez

lunes, 4 de abril de 2011

Génesis

  Odio a esa gente denominada blogger. En primer lugar quiero aclarar eso, para que nadie que pueda denominarse perteneciente a esa casta de enfermos, pueda encontrar en mí un adepto.
  Odio escribir en prosa.
  Odio tener que dar comienzo formal a esto que básicamente no sé qué es. No sé quién escribe. ¿Mescalito? ¿Juan García Madero? ¿Yo? No sé, no me importa. En algún punto estaría bueno que las gentes que lean esto en algún futuro, espero no muy lejano, puedan, quieran y les surja, incluso arbitrariamente, determinar quién escribe qué.

Shot ambiente, amo.